PALABRAS DE CLAUSURA, SESION CAPITULAR CON LAICAS Y LAICOS
Al iniciar nuestro camino capitular traíamos a la memoria el texto de Efesios 2.19, que nos invitaba a sentirnos en la Iglesia, constructores y miembros de la familia de Dios. Una palabra significativa cuando se comienza una tarea de búsqueda conjunta que implica el futuro de un proyecto y, en nuestro caso, el de la Compañía de María universal para los próximos seis años.
Los textos de la liturgia de estos días, nos han hablado de una serie de personas que, aún en medio de sus limitaciones, se dejaron transformar por la acción de Dios y aportaron positivamente a la Historia de Salvación: Tomás, Pablo, Jacob, José y sus hermanos… Hemos escuchado nuevamente que seguir a Jesús configura nuestra identidad y que de El aprendemos a vivir las dificultades, la cruz, como camino de vida y esperanza; a asumirlas con humildad y paciencia, como oportunidad para salir de nuestros propios intereses.
Desde este marco de comprensión nos hemos ido adentrando cada vez más en la dinámica de discernimiento capitular y hemos llegado a elegir unos “compromisos cordiales”, en el sentido de que experimentamos que dan respuesta a las necesidades del mundo actual y que es posible hacerlos realidad en nuestro propio contexto. Sabemos que vivirlos no siempre será fácil, pero tenemos la intuición de que nos marcan un horizonte de sentido, son un sí al futuro, como bien lo ha expresado uno de los laicos en su grupo de trabajo.
Hemos experimentado en estos días la fuerza que implica trabajar “con” otros y otras: El sentirnos unidos en la aventura de construir Reino, al estilo de Juana de Lestonnac, compartiendo experiencias, necesidades, deseos y esperanzas, nos amplía el horizonte e impulsa hacia delante.
La sensibilidad para captar los desafíos que el mundo actual presenta a nuestra misión, junto a la capacidad de acercar distancias y de aunar propuestas, nos ha hecho ser más conscientes de la riqueza que entraña la interculturalidad.
La convicción de que es la presencia y la calidad de la misma, el camino para evangelizar, nos motiva a revisar nuestros estilos de vida y a ahondar en la experiencia de Dios, fundamento de nuestra existencia y razón última de nuestro deseo de participar activamente en la misión de la Iglesia. El clima cercano, la acogida mutua, la apertura para escuchar y compartir, el respeto… en definitiva la búsqueda del bien común, han hecho visibles algunos de los valores humanizadores que, como educadores y educadoras, deseamos anunciar.
Al terminar esta etapa capitular, queremos entregar a cada uno, cada una, el texto que narra la Noche del Cister vivida por Juana de Lestonnac. La narración expresa bien la transformación que podemos vivir las personas cuando nos abrimos al Dios que habita en nosotros y descubrimos presencias inspiradoras, María Nuestra Señora y otras, que nos animan al compromiso para dar respuesta a las mayores necesidades de nuestro tiempo.
Gracias por los días compartidos y por el testimonio de vida entregada con calidad y coherencia. Continuamos desde cada lugar escribiendo el tramo de la historia de la Orden que nos corresponde.
Nuevamente, gracias!
Beatriz Acosta Mesa odn
Roma, 10 de julio de 2009
Al iniciar nuestro camino capitular traíamos a la memoria el texto de Efesios 2.19, que nos invitaba a sentirnos en la Iglesia, constructores y miembros de la familia de Dios. Una palabra significativa cuando se comienza una tarea de búsqueda conjunta que implica el futuro de un proyecto y, en nuestro caso, el de la Compañía de María universal para los próximos seis años.
Los textos de la liturgia de estos días, nos han hablado de una serie de personas que, aún en medio de sus limitaciones, se dejaron transformar por la acción de Dios y aportaron positivamente a la Historia de Salvación: Tomás, Pablo, Jacob, José y sus hermanos… Hemos escuchado nuevamente que seguir a Jesús configura nuestra identidad y que de El aprendemos a vivir las dificultades, la cruz, como camino de vida y esperanza; a asumirlas con humildad y paciencia, como oportunidad para salir de nuestros propios intereses.
Desde este marco de comprensión nos hemos ido adentrando cada vez más en la dinámica de discernimiento capitular y hemos llegado a elegir unos “compromisos cordiales”, en el sentido de que experimentamos que dan respuesta a las necesidades del mundo actual y que es posible hacerlos realidad en nuestro propio contexto. Sabemos que vivirlos no siempre será fácil, pero tenemos la intuición de que nos marcan un horizonte de sentido, son un sí al futuro, como bien lo ha expresado uno de los laicos en su grupo de trabajo.
Hemos experimentado en estos días la fuerza que implica trabajar “con” otros y otras: El sentirnos unidos en la aventura de construir Reino, al estilo de Juana de Lestonnac, compartiendo experiencias, necesidades, deseos y esperanzas, nos amplía el horizonte e impulsa hacia delante.
La sensibilidad para captar los desafíos que el mundo actual presenta a nuestra misión, junto a la capacidad de acercar distancias y de aunar propuestas, nos ha hecho ser más conscientes de la riqueza que entraña la interculturalidad.
La convicción de que es la presencia y la calidad de la misma, el camino para evangelizar, nos motiva a revisar nuestros estilos de vida y a ahondar en la experiencia de Dios, fundamento de nuestra existencia y razón última de nuestro deseo de participar activamente en la misión de la Iglesia. El clima cercano, la acogida mutua, la apertura para escuchar y compartir, el respeto… en definitiva la búsqueda del bien común, han hecho visibles algunos de los valores humanizadores que, como educadores y educadoras, deseamos anunciar.
Al terminar esta etapa capitular, queremos entregar a cada uno, cada una, el texto que narra la Noche del Cister vivida por Juana de Lestonnac. La narración expresa bien la transformación que podemos vivir las personas cuando nos abrimos al Dios que habita en nosotros y descubrimos presencias inspiradoras, María Nuestra Señora y otras, que nos animan al compromiso para dar respuesta a las mayores necesidades de nuestro tiempo.
Gracias por los días compartidos y por el testimonio de vida entregada con calidad y coherencia. Continuamos desde cada lugar escribiendo el tramo de la historia de la Orden que nos corresponde.
Nuevamente, gracias!
Beatriz Acosta Mesa odn
Roma, 10 de julio de 2009
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