
EL GRANO DE TRIGO
Mendigué de puerta en puerta a lo largo de calles y aldeas cuando a lo lejos surgió tu carruaje dorado cual magnífico sueño, y pregunté quién sería aquel rey de todos los reyes.
Creció mi esperanza y pensé que los días malos habrían terminado.
Me quedé esperando los dones que no había pedido, de riquezas abundantes por doquier.
Tu carruaje se detuvo a mi lado. Tú me miraste y te bajaste de él sonriente.
Sentí que al fin llegaba la fortuna mayor de mi vida.
Después, inesperadamente, me tendiste la mano pidiendo: “¿Tienes algo para darme?”.
¡Qué gesto más noble fue el tuyo!
Extender la mano a un mendigo para mendigar.
Me quedé indeciso y confuso. Saqué después de mi morral el grano más pequeño y te lo ofrecí, pero cuál no fue mi sorpresa cuando, al fin del día, vacié el morral y me encontré con una pepita de oro en mi pobre haber.
Lloré con amargura porque no tuve la audacia de haberte dado todo lo que tenía.
R.Tagore
Pido:Interiorizar que, si lo sigo, debo vivir sus mismos gestos de amor y servicio.
Recordar que soy también eucaristía, Dios me toma, dice sobre mí la acción de gracias, me parte y me entrega como don a los demás, para estar presente entre ellos.
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