MARÍA E ISABEL
Desde siempre el amor mira
el rostro jadeante de la tierra.
Cuando llegó la plenitud del tiempo,
a Isabel
ya se le habían ahogado sus sueños
en el mar muerto de la esterilidad,
y en María
brotaba una incipiente juventud
que superaba todo pensamiento.
Dios las sorprendió a las dos
al emerger con la propuesta de la Vida
en su intimidad de sombra y gozo;
llegaba la originalidad del mismo Dios
hasta la sangre contaminada
de los siglos.
María acoge la ternura de Dios
hecho barro palpitante
en su descenso hasta nosotros
y es enviada hasta su prima, embarazada de seis meses,
Isabel recibe a la joven servidora
que el Espíritu le acerca
con un júbilo tan grande
que sus entrañas se estremecen.
Las dos historias se encuentran
se pertenecen una a la otra,
se explican mutuamente,
y al abrazarse se entrelazan
en un mismo designio
que se teje en las palabras y los gestos.
En la esterilidad de Isabel,
en la primavera de María,
acudió como savia silenciosa
la sabiduría y la fuerza de Dios
que se hizo no poder y no saber
para enraizarse con nosotros.
A Juan y a Jesús
en el seno materno
ya los arrulló el canto
y los meció la danza
de María e Isabel.
Benjamín González BueltaPido:
Ser conciente de la presencia del Señor, anunciarlo como Isabel y cantarlo como María. Descubrir y valorar el aporte de la mujer en la historia actual de la salvación.
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