domingo, 8 de abril de 2012

¡Felices Pascuas!

Hola amigos:
El receso estival se prolongó un poco más allá del final del verano. Pero no me he olvidado de ustedes ... Simplemente, otras redes sociales nos han atrapado y nos estamos comunicando vía Facebook.
Pero si no les parece mal, podemos seguir encontrándonos periódicamente, en aquellas fechas especiales, que nos invitan a hacer una pausa y un poco de silencio, para poder escuchar qué nos dice el Señor.

Hoy quiero compartir con ustedes este texto de José Antonio Pagola, que nos habla de Jesús Resucitado.
MISTERIO DE ESPERANZA
 
            Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús Resucitado por Dios, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
 
         Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que sólo han conocido en esta vida la miseria, la humillación y los sufrimientos, queden olvidados para siempre.
 
         Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor; nadie estará triste; nadie tendrá que llorar. Por fin podremos ver a los que vienen en ‘pateras’ (barcos de inmigrantes…) llegar a su verdadera patria.
        
         Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del Padre: "Entra para siempre en el gozo de tu Señor".
 
         Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un "Dios oculto" del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado gloriosamente y para siempre en Jesús.
 
         Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.
 
         Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
 
         Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las "huellas" que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
 
         Creer en el Resucitado es creer que un día escucharemos estas increíbles palabras que el libro del Apocalipsis pone en boca de Dios: "Yo soy el origen y el final de todo. Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial del agua de la vida". Ya no habrá muerte ni habrá llanto, no habrá gritos ni fatigas, porque todo eso habrá pasado.
 
 
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la esperanza en el Resucitado. Pásalo.
8 de abril 2012
Domingo de Resurrección (B)
Juan 20, 1-9

lunes, 2 de enero de 2012

¡Felices vacaciones!


El año 2011 se despide y nuestro blog se toma vacaciones hasta el próximo mes de Marzo. A reponer energías para encarar la tarea de un nuevo año, con la alegría de seguir siendo Red en Compañía de María.
Hasta la vuelta!

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

lunes, 12 de diciembre de 2011

Los lunes de diciembre

TESTIGOS DE LA LUZ

            La fe cristiana ha nacido del encuentro sorprendente que ha vivido un grupo de hombres y mujeres con Jesús. Todo comienza cuando estos discípulos y discípulas se ponen en contacto con él y experimentan "la cercanía salvadora de Dios". Esa experiencia liberadora, transformadora y humanizadora que viven con Jesús es la que ha desencadenado todo.
         Su fe se despierta en medio de dudas, incertidumbres y malentendidos mientras lo siguen por los caminos de Galilea. Queda herida por la cobardía y la negación cuando es ejecutado en la cruz. Se reafirma y vuelve contagiosa cuando lo experimentan lleno de vida después de su muerte.
         Por eso, si a lo largo de los años, no se contagia y se transmite esta experiencia de unas generaciones a otras, se introduce en la historia del cristianismo una ruptura trágica. Los obispos y presbíteros siguen predicando el mensaje cristiano. Los teólogos escriben sus estudios teológicos. Los pastores administran los sacramentos. Pero, si no hay testigos capaces de contagiar algo de lo que se vivió al comienzo con Jesús, falta lo esencial, lo único que puede mantener viva la fe en él.
         En nuestras comunidades estamos necesitados de estos testigos de Jesús. La figura del Bautista, abriéndole camino en medio del pueblo judío, nos anima a despertar hoy en la Iglesia esta vocación tan necesaria. En medio de la oscuridad de nuestros tiempos necesitamos «testigos de la luz».
         Creyentes que despierten el deseo de Jesús y hagan creíble su mensaje. Cristianos que, con su experiencia personal, su espíritu y su palabra, faciliten el encuentro con él. Seguidores que lo rescaten del olvido y de la relegación para hacerlo más visible entre nosotros.
         Testigos humildes que, al estilo del Bautista, no se atribuyan ninguna función que centre la atención en su persona robándole protagonismo a Jesús. Seguidores que no lo suplanten ni lo eclipsen. Cristianos sostenidos y animados por él, que dejan entrever tras sus gestos y sus palabras la presencia inconfundible de Jesús vivo en medio de nosotros.
         Los testigos de Jesús no hablan de sí mismos. Su palabra más importante es siempre la que le dejan decir a Jesús. En realidad el testigo no tiene la palabra. Es  solo «una voz» que anima a todos a «allanar» el camino que nos puede llevar a él. La fe de nuestras comunidades se sostiene también hoy en la experiencia de esos testigos humildes y sencillos que en medio de tanto desaliento y desconcierto ponen luz pues nos ayudan con su vida a sentir la cercanía de Jesús.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Despierta la vocación de testigos de Jesús. Pásalo.
11 de diciembre de  2011
3 Adviento (B)
Juan 1,5-8.19-28

lunes, 5 de diciembre de 2011

Los lunes de diciembre

Tiempo de Adviento
" ... Se le puede poner muchos adjetivos. Primero es “camino”, es decir, movimiento, dinamismo, no estancamiento, no rutina, no inercia. Son palabras que todos los años nos proponemos, pero nos cuesta cumplir. Ese camino que hacemos andando tenemos que hacerlo juntos: acompañados por el hermano, pero con la meta en él, es decir, en Dios.
Flaco favor le hacemos a los demás y a nosotros mismos si nuestro adviento se reduce a la celebración litúrgica. Se quedaría en algo externo, superficial, en el sacrificio, evocando las palabras del profeta Oseas: misericordia quiero, no sacrificio (Os 6, 6)
Si recordamos las palabras de Jesús en el último domingo del tiempo ordinario (cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis), el amor al prójimo es exactamente igual al amor de Dios. Por tanto, lo que no hagamos por los necesitados, por los que sufren, por los perseguidos, por los oprimidos, no lo hacemos por Dios. Esas palabras tan radicales nos urgen a que el camino del adviento lo recorramos, lo vivamos de forma activa. Con el hermano en el centro (luego con Dios en el centro). Esas palabras de Mateo son nuestro mapa para el camino; nuestro bastón será el amor de Dios, que damos a los demás.
¿Qué esperamos en este adviento? ¿Qué debemos esperar? Esperamos al Dios hecho hombre, al Dios como nosotros, al Dios sufriente, al Dios cercano, al Dios que es amor.
Para ese acontecimiento tan trascendental en nuestra vida no solo debemos prepararnos en este adviento sino que toda nuestra vida debe ser un viaje de preparación. Pero con la suficiente madurez como para no poner como excusa ese viaje. Para no escudarnos en una eterna preparación. Un viaje es un medio, no un fin. El fin es la llegada, la meta, donde nos esperan paisajes maravillosos, experiencias maravillosas, personas maravillosas. ¿Cómo nos preparamos? No solo litúrgicamente sino estando al lado del que sufre. Estando al lado del necesitado estaremos al lado de Dios, preparados para lo que nos pida, para lo que necesite de nosotros.
Igual que el camino del adviento es un camino activo, la espera también tiene que serlo. Es decir, una espera con esperanza. Si nuestro mapa es el evangelio y nuestro bastón el amor de Dios, nuestra ropa para ese camino es la esperanza. Una ropa maravillosa que Mateo compara con los lirios del campo. ¿A qué si no se refiere el evangelista? ¿Qué es ese mandato de no preocuparse de nada sino tener esperanza?
Esperanza no solo en un paraíso futuro en el que no haya lágrimas ni llantos. La esperanza evangélica es en el prójimo, en el hombre. Esperanza en que este mundo (formado por hombres) es posible que sea mejor. Esperanza en que nuestra participación en este mundo va a ser fructífera, duradera y merecedora de nuestro esfuerzo.
La esperanza teórica no sirve para nada. La esperanza tiene que adaptarse a nuestro cuerpo, ser cómoda, tenemos que estar cómodos con ella, tiene que ser duradera, de calidad.
Con estas vestiduras, dignas del mismísimo Apocalipsis, con estos ingredientes, estaremos preparados para el viaje de nuestra vida. Una vida a ser vivida en común, compartiendo bienes, amores, generosidades, alegrías, sufrimientos,… Una vida compartida y vivida con el otro, con el otro como centro, con Dios en el centro. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia). "