lunes, 3 de agosto de 2009

Los lunes de agosto

Hola a todos:

Para la meditación de los lunes de agosto, hemos elegido una serie de reflexiones realizadas por el monje benedictino Anselm Grun, en un ciclo de conferencias que dio en Argentina:

¿Por qué a mí?

Queridas hermanas y hermanos, al acompañar, al asesorar a muchas personas, cuando están en pleno sufrimiento, cuando fallece algún amigo, cuando se enferman, cuando les sucede algo, fracasó algo en sus vidas, siempre me preguntan ¿por qué Dios permitió que eso me pase a mí? El acontecimiento del Tsunami, catástrofe natural donde en donde en la prensa muchos preguntaron y preguntamos ¿qué tiene que ver el sufrimiento con Dios? ¿Por qué Dios permite el sufrimiento en el mundo? Esta pregunta de por qué Dios permite el sufrimiento en el mundo es una pregunta muy antigua. En el antiguo testamento muchos que oran se quejan y le dicen a Dios ¿por qué a los malos les va tan bien y a los buenos les va a menudo tan mal? O bien muchos le cuestionan a Dios el por qué permite el sufrimiento. Muchos pensaron sobre este tema en el siglo XVIII, los filósofos, entre ellos Laipnes, el filósofo alemán, para poder justificar a Dios de alguna manera decía que Dios creó el mejor mundo posible, pero cuando en 1757, en Lisboa se produjo el gran terremoto que destruyó la mitad de la ciudad y donde muchos encontraron la muerte, esa justificación optimista de Dios, de alguna manera parecía carecer de sentido y sintió en ese momento que todos estos argumentos no eran convincentes realmente. Siempre les digo, cuando la gente se queja y dice ¿por qué Dios permite esto, por qué me debe tocar a mí el sufrimiento?, yo lo único que tengo que decir es que no lo sé, no puedo responder a la pregunta de por qué. No puedo pararme detrás de Dios y pensar qué fue lo que pensó El al hacer lo que hizo. Siempre seguirá siendo un misterio, pero hay algo que sí se con seguridad y es que muchos vinculan esta pregunta ¿Por qué me tiene que tocar a mí? ¿Por qué me ha castigado Dios? ¿Qué hice mal? ¿En dónde fallé para que me toque a mí semejante dolor, semejante pena? Y esto es algo a lo que tenemos que responder: No, Dios no castiga a nadie con el dolor, con la pena. El sufrimiento nos toca, llega a nosotros, todos los intentos de explicar que esto es causado por la libertad humana o porque el mundo simplemente es así finalmente no resultan convincentes, no parece ser el precio de la libertad, no tampoco eso es una respuesta convincente. La única respuesta teológica que a mí realmente pudo convencerme es la de Karl Rahner que dice que la incapacidad de comprender el sufrimiento es una parte de la incapacidad de poder comprender a Dios. Del mismo modo como muchas veces no comprendemos el sufrimiento, tampoco podemos comprender a Dios. El sufrimiento destruye muchas veces nuestra imagen de Dios, del Dios misericordioso, del Dios omnipotente, porque si es omnipotente entonces tendría que poder ayudarme, tiene que poderme quitar el dolor. Si es misericordioso entonces debe poder evitar el dolor, ¿entonces por qué no lo evitó? ¿por qué no me lo ahorró? Esa imagen de Dios misericordioso y omnipotente se resquebraja debido al sufrimiento.”

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